A
lo hora de redactar esta exposición es necesario tener en cuenta que si
abarcase todos los partidos políticos que se oponían al régimen (carlistas,
republicanos, socialistas, catalanes, vascos…) necesitaría una cantidad
sustancial de tiempo de la que no dispongo. Por lo tanto, es menester centrase
en los dos partidos que están relacionados con los textos, y finalmente hacer
ligeros apuntes sobre el resto.
El carlismo experimentó una
crisis interna tras la derrota en la Segunda Guerra Carlista ya que algunos
miembros reconocieron finalmente a Alfonso XII, y la rama carlista de los
Borbones perdió sus derechos dinásticos en la Constitución de 1876. Tras un
lapso de tiempo el pretendiente Carlos VII depositó su confianza en Cándido
Nocedal y el carlismo se preparó para participar en las elecciones. Sus apoyos
se encontraban básicamente en País Vasco, Navarra y Cataluña.
En 1886 se produjo una
renovación a cargo de Juan Vázquez de Mella, cuyos ideales quedaron reflejados
en el Acta de Loredan, nuevo programa político de los carlistas: defensa de la
unidad católica, el fuerismo, la autoridad del pretendiente Carlista, el
rechazo a la democracia y la aceptación del nuevo régimen liberal.
Sin embargo, se produjo una
disputa religiosa: cierto sector acusó a Carlos VII de dar prioridad a su
interés por el trono por encima de la lucha contra el liberalismo que defendía
el Vaticano (cesarismo). El líder de ese sector, Ramón Nocedal, se escindió del
partido en 1888 y fundó un nuevo partido católico integrista: el Partido
Católico Nacional.
Los principales dirigentes del
carlismo optaron por la vía política, pero otros no cesaron en sus intenso
insurreccionales y protagonizaron varios entre 1899 y 1900. Se mantuvieron las
jerarquías militares y se creó la milicia del Requeté, que adquiriría
importancia en la década de 1930.
El socialismo español estaba
representado por el PSOE, liderado por Pablo Iglesias hasta su muerte. Dicho
partido, fundado en 1876, se hizo con una base social que antes pertenecía al
republicanismo y crecía rápidamente desde principios del siglo XX. Su jerarquía
era de abajo a arriba, al contrario que el resto de partidos: los Agrupaciones
Socialistas Locales se agrupaban a su vez en
las Provinciales, y estas se reunían en el Comité Nacional.
El partido se asentaba sobre tres
directrices básicas: evitar poner en riesgo la organización con grande
revoluciones, diferenciarse de los partidos burgueses, motivo por el cual
tardaron en producirse alianzas, y aprovechar las ventajas del sistema
parlamentario, por lo que desde bien temprano participaron en las elecciones.
Con el triunfo de la revolución rusa, algunos partidarios de la línea
bolchevique se escindieron y fundaron el Partido Comunista de España en 1921,
que obtuvo escasa influencia aunque destacó en Vizcaya y Asturias.
Al margen del sistema se situaba
también el republicanismo que siempre tuvo el problema de la fragmentación que
le restó eficacia y apoyo electoral. Salvo los Posibilistas, liderados por
Emilio Castelar, que siempre se mantuvieron al margen del resto debido su
marcado carácter moderado, Progresistas, Centralistas y Federales llegaron a
formar una alianza (Unión Republicana) que permitió aumentar sus escaños. Se
produjeron algunas escisiones, como el Partido Radical, muy anticatalanista y
fundado por Lerroux, exdirigente de la Unión Republicana, y el Partido
Reformista, que contó con escasos apoyos.
Aunque se acabaron produciendo
movimientos nacionalistas en Valencia, Aragón, Andalucía y Galicia, los más
importantes fueron el catalán y el vasco. El primero surgió por la confluencia
del renacimiento de la cultura catalana en el movimiento conocido como la
Renaixença, el catalanismo político y el descontento de los industriales por la
gestión del conflicto en Cuba. La Lliga Regionalista fue el principal partido
nacionalista hasta que surgió, en 1931, Esquerra Republicana de Catalunya. En
el País Vasco, el sentimiento nacionalista nació por la pérdida de los fueros y
el movimiento de defensa de la cultura vasca impulsado por Sabino de Arana, que
aseguraba que los inmigrantes españoles (maketos) que trabajaban en las
industriar bilbaínas, eran una amenaza para la cultura y la raza vascas.
Todas las fuerzas que se
encontraban fuera del sistema fueron creciendo durante toda la etapa de la
Restauración, pero su marcada desorganización y el falseo electoral, impidieron
que se constituyeran en una oposición fuerte.