viernes, 10 de junio de 2016

PAU HISTORIA DE ESPAÑA - Aspectos políticos y económicos de los gobiernos de Adolfo Suárez

A raíz de las crecientes diferentes en el seno de los poderes franquistas, el rey Juan Carlos, aconsejado por sus colaboradores, forzó la dimisión de Arias Navarro y nombró presidente a Adolfo Suárez, que inmediatamente aprobó una serie de medidas encaminadas a democratizar el sistema. Se las arregló para que estas fuesen aprobadas por las Cortes franquistas, consiguió la libertad sindical y la legalización de los Partidos, con lo cual se convocaron unas primeras elecciones democráticas, que ganó la UCD y su candidato a presidente Adolfo Suárez. A pesar de no tener formalmente carácter constituyente, se evidenció que todos estaban de acuerdo en la necesidad de elaborar una Constitución.

Esta Carta Magna adoptó un carácter progresista, aunque con cierta ambigüedad en muchos aspectos, fruto del carácter consensuado, de modo que en ella pudieran encajar tanto políticas progresistas como conservadoras. Fue aprobado por amplia mayoría en referéndum popular. En ella se definía España como un Estado social y democrático bajo el régimen de monarquía parlamentaria, aconfesional  y con una amplia declaración de derechos y libertades. Este documento estableció las principales directrices de la política económica y social y permitía el derecho a la autonomía. Fruto de este derecho sería la construcción del Estado de las Autonomías que culminó en 28 de mayo de 1995 con las primeras elecciones autonómicas en Ceuta y Melilla.

 Durante la primera legislatura de Suárez (la constituyente), el gobierno tuvo que afrontar el inicio de una crisis internacional a causa de la subida de los precios del petróleo. La economía española se vio seriamente afectada debido a la incertidumbre política y la falta de acción contra la crisis. La inflación alcanzó el 20% y el déficit comercial se duplicó. La solución consistió, en los primeros años, en devaluar la peseta, favoreciendo la entrada de capital extranjero.

El alto precio del petróleo provocó una crisis energética que derivó en una crisis industrial que tuvo dos principales causas: el aumento de los costes y de los precios de venta al consumidor y el elevado peso de la siderurgia, el sector naval, el de medios de transporte y el de bienes de consumo, donde la crisis fue mucho mayor. El paro creció y se situó en el 10% en 1979.

Paralelamente, el gobierno se vio obligado a pactar con la oposición una postura y unas líneas de actuación consensuadas para hacer frente a la mala situación económica y garantizar el consenso constitucional (los conocidos como Pactos de la Moncloa (1977)).

En el ámbito político, el gobierno se comprometió a regular la vida pública basándose en principios democráticos. La política económica se centró en reducir la inflación y repartir equitativamente los costes de la crisis. Se diseñó además una estrategia para controlar el gasto público, racionalizar el consumo de energía, se pactó una reforma salarial y los firmantes de los pactos se comprometieron a cambiar el marco de las relaciones laborales. Asimismo, se procedió a una reforma tributaria que equiparó a España con los países desarrollados en materia de distribución de la carga fiscal (con la aprobación del IRPF) y se acometió una reforma de la Seguridad Social, aumentando las pensiones y el subsidio por desempleo.

En el ámbito social, el gobierno tuvo que hacer frente a los actos terroristas tanto de grupos de extrema derecha como los Guerrilleros de Cristo Rey,  como de extrema izquierda (por ejemplo, el GRAPO y ETA).

Aprobada la Constitución se disolvieron las Cortes y se convocaron nuevas elecciones, en las que la UCD volvió a ganar. El nuevo gobierno continuó la actividad reformista en la línea de los Pactos de la Moncloa con la aprobación del Estatuto de los Trabajadores (1980). Sin embargo, no se acometió la reforma de la estructura productiva.


El nuevo ejecutivo se mostró inestable, los cambios en las carteras ministeriales fueron constantes, y la situación se agravó más a partir del fracaso en las primeras elecciones municipales democráticas. La oposición ganaba fuerza y la figura de Suárez cada vez era más contestaba. Tras superar por los pelos una moción de censura, y ante el fraccionamiento de la UCD, Suárez optó por dimitir para no obstaculizar la democratización del Estado.

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