viernes, 10 de junio de 2016

PAU HISTORIA DE ESPAÑA - Las consecuencias del desastre del 98

El incidente del acorazado Maine desencadenó la guerra hispano-norteamericana. España no podía aceptar el ultimátum estadounidense, y la derrota no se hizo esperar. Como consecuencia, todas las colonias tuvieron que ser entregadas al país vencedor según el acuerdo alcanzado mediante la Paz de París.

Sin embargo, las repercusiones inmediatas de la crisis fueron menores de lo esperado. La crisis económica se hizo notar mucho más en Cuba que en la metrópoli. En el territorio peninsular, los principales afectados fueron el textil catalán y la industria vasca, que veían como perdían un mercado protegido. Además, la isla suponía un lastre económico para España, por lo que la recuperación fue rápida ya que bajó la inflación, el paro y la deuda pública, y el capital español fue repatriado, motivo por el cual aumentó la inversión.

Tampoco se produjo la esperada crisis política y el sistema de la Restauración sobrevivió garantizando la continuidad del turno dinástica. No obstante algunos nuevos gobiernos intentaron acometer medidas regeneracionistas, y se produjo un auge de los movimientos nacionalistas que denunciaron la incapacidad del gobierno para defender sus intereses.

Sea como fuere, el principal daño fue moral e ideológico. A causa de la derrota la sociedad quedó sumida en una profunda decepción tras la caída del mito del Imperio español, al mismo tiempo que el resto de potencias europeas comenzaban su expansión imperialista; España quedaba relegada a un papel secundario. En el extranjero la prensa se burló del Estado español y criticaron la ineficacia de su gobierno, la corrupción (parece que es endémica) y la incompetencia de los políticos.

La revolución de la Gloriosa había dejado una generación de intelectuales progresistas descontentos que habían visto truncada la esperanza de modernizar el país, que habían abandonado sus cátedras universitarias y se reunían en la Institución Libre de Enseñanza. Algunos de estos intelectuales consideraban que la influencia de la doctrina católica en la sociedad y la política españolas no favorecía ni la modernización de la cultura ni el desarrollo de la ciencia. El mayor exponente de este movimiento fue Joaquín Costa, autor del primer documento de este examen y defensor del nacionalismo aragonés.

La crisis agudizó la crítica regeneracionista, muy negativa con la historia de España y su moral colectiva, que sostuvo la necesidad de enterrar las glorias pasadas y regenerar el país, pues existía una degeneración de lo español. Defendieron que había que mejorar la situación del campo español y elevar el nivel educativo y cultural. Además, en la década de 1890 había comenzado una renovación en la ciencia española. Asimismo, los escritores de la Generación del 98 intentaron analizar el “problema de España” desde una perspectiva muy crítica y pesimista. Siguiendo el corriente regeneracionista, consideraban que había llegado el momento de la regeneración cultural, moral y social del país.


El desastre del 98, aunque no destruyó el sistema, supuso su fin tal como lo había concebido Cánovas de Castillo y la aparición de una nueva generación de políticos, intelectuales, activistas y empresarios. Pero su política reformista se vio eclipsada por el miedo a desestabilizar el sistema, que hizo que las ansias se tradujeran en cambios mínimos que asegurasen la supervivencia de este. Por otro lado, la derrota militar provocó una mala opinión generalizada de la población sobre el ejército, ya que lo culpaban del desastre. En consecuencia, una parte de los militares se inclinaron hacia el autoritarismo y la intransigencia. Atribuían la culpa del desastre a la corrupción y fue asentándose el sentimiento de que se necesitaba más presencia militar en política para garantizar el buen funcionamiento del sistema. Esta presencia de los militares y la permisividad con sus exigencias terminaría por desembocar, en 1923, en la dictadura del general Miguel Primo de Rivera.

No hay comentarios:

Publicar un comentario