A
finales del siglo XIX en España los autores recibían influencias extranjeras (Pou,
Oscar Wilde…) en comunión con la tradición literaria española. De América
llegaban nuevas voces, como Rubén Darío, en busca de nuevas formas expresivas.
El sincretismo de todos ellos da lugar al Modernismo, que se caracteriza por
una renovación estética.
A
esta renovación, algunos autores, los conocidos como la Generación del 98, le
añaden la crítica a la miseria moral y a la decadencia española. Las dos corrientes tienen en común la
reflexión del autor sobre temas existenciales como: el paso del tiempo, la
soledad para conocerse a sí mismo, la evasión a un mundo imaginario para
superar la angustia vital, el desengaño y el pesimismo, y el amor por los
placeres que invitan a una vida bohemia.
Luces
de bohemia representa la fusión entre Modernismo y 98. Es modernista por su
cosmopolitismo (referencias a París e Inglaterra), la presencia de personajes
extranjeros como Madama Collet, y su perfeccionismo verbal esteticista. Es
noventayochista porque está cargada de denuncia social y política.
Valle-Inclán
cataloga a su obra como “esperpento”, y en la misma obra explica “El sentido
trágico de la vida española solo puede darse con una estética sistemáticamente
deformada. Las imágenes más bellas en un espejo cóncavo son absurdas, pero la
deformación deja de serlo cuando está sometida a una matemática perfecta”. Esta
“matemática” se propone que algo deformado cause admiración por el arte con que
se ha deformado.
Tenemos
por lo tanto, que Valle-Inclán utiliza la “deformación” para plasmar lo trágico de la vida. Por todo esto,
podemos decir que el esperpento pone al modernismo al servicio del 98,
utilizando la estética (deformando), para
criticar la absurda situación social de aquella España.
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