viernes, 10 de junio de 2016

PAU HISTORIA DE ESPAÑA - La Revolución Gloriosa y la Constitución de 1869

En los años finales del reinado de Isabel II, España vivía tiempos de crisis en todos los aspectos.  Las finanzas estaban mermadas por el fiasco de los ferrocarriles, la industria textil sufría la Guerra de Secesión en forma de encarecimiento del algodón, y la sucesión de malas cosechas de trigo había disparado el precio. Además, el Partido Moderado gobernaba por decreto sin atender las reclamas de la población.

El resto de partidos veían que era imposible acceder al poder por medios legales, así que comenzaron a conspirar contra el gobierno moderado. El primera partido en hacerlo fue el progresista, dirigido por Prim y más tarde se unió el demócrata, firmando el Pacto de Ostende (1867). En noviembre del mismo año se unieron también los unionistas. Entonces, los revolucionarios ya tenían el suficiente poder, tanto militar como social, para iniciar el alzamiento.

Este se produjo el 19 de septiembre de 1868 en Cádiz, donde se encontraba la armada bajo del mando del brigadier Topete. Prim y Serrano, que se encontraban exiliados, viajaron a Cádiz y rápidamente consiguieron el apoyo de la población gaditana en la lucha para defender la libertad, el orden y la honradez, bajo el lema “¡Viva España con honra!”. En los días siguientes Prim fue sublevando otras ciudades del sur como Málaga, Almería y Cartagena.

En un primer momento, el gobierno isabelino intentó sofocar la revuelta con las armas y envió al ejército desde Madrid. Los ejércitos se enfrentaron en el Puente de Alcolea, cerca de Córdoba, el 28 de septiembre de 1868.  Los revolucionarios vencieron, el gobierno se vio obligado a dimitir y la reina, que se encontraba en San Sebastián, huyó un día después a Francia, donde recibió asilo por parte del emperador Napoleón III.

Por otro lado, las fuerzas populares urbanas también jugaron un papel importante en la revolución.  En muchas ciudades se crearon Juntas revolucionarias, dirigidas por un sector de los progresistas, los demócratas y los republicanos, que organizaron los levantamientos.  Todos las juntas reclamaban consignas similares: separación de Iglesia y Estado, más libertades, supresión de las quintas y del impuesto de consumos, soberanía nacional y sufragio universal para elegir nuevas Cortes constituyentes que proclamaran la república.

Estas propuestas resultaban demasiado radicales para los unionistas y parte de los progresistas que ya habían cumplido su objetivo: tumbar la monarquía isabelina. Por eso, cuando entraron en Madrid propusieron a la Junta local, sin consultarlo con las demás, formar un gobierno centrista con Serrano como regente y Prim como presidente. El nuevo ejecutivo disolvió las juntas para calmar la agitación y asegurarse el poder. Asimismo, aprobaron una serie de decretos con el mismo propósito. Se celebraron elecciones (las primeras con sufragio universal masculino) y resultó ganadora la coalición progresistas-unionistas-demócratas.

Las cortes resolvieron elaborar una Constitución que fue aprobada el 1 de junio de 1869. Esta era la primer Carta Magna democrática en la historia de España. Establecía una amplia gama de derechos y libertades (reunión, asociación, enseñanza, acceso al empleo, libertad de culto aunque el Estado se comprometía a mantener el católico…). La soberanía era nacional y recaía exclusivamente en las Cortes (Congreso y Senado), que debían reunirse al mismo tiempo. Los poderes del rey estaban muy limitados y sólo podía promulgar las leyes. Las provincias americanas (Cuba y Puerto Rico) gozaban de los mismos derechos que las peninsulares, y en Filipinas regía una ley especial.


 Una vez aprobada la Constitución, se inició la búsqueda de un monarca que ocupara la vacante en el trono (que mientras tanto ocupaba el general Serrano como regente). La búsqueda no fue fácil dado que el resto de países europeos no querían que alguna potencia adquiriese demasiado poder al ocupar el trono de España. Finalmente, la responsabilidad recaería en un candidato de consenso, Amadeo de Saboya.

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