Las influencias tradicionales y vanguardistas de las que
bebe Hernández lo conducen a la creación de un estilo muy particular
caracterizado por una gran espontaneidad, un lenguaje complicado y culto, por
lo general discreto salvo durante la Guerra, que tiende a la claridad y la
concisión en su última etapa.
Los símbolos que emplea evolucionan a lo largo de su
obra. La luna, inicialmente aparece como tal, para decantarse hacia un sentido
negativo de fatalidad. En su segunda etapa, el rayo, lo punzante, junto con
cuchillos, navajas, puñales, etc., hace aparición como manifestación del dolor
y la pena amorosa. El toro simboliza la virilidad cuando se encuentra en
libertad, y el destino fatal abocado al dolor en el caso de la lidia. Asimismo,
en la poesía épica se opone al buey, símbolo peyorativo de humillado. El viento
se usa inicialmente con valor denotativo, pero evoluciona hasta la imagen de la
mujer deseada, la fuerza del pueblo (tercera etapa) y por último es visto como
rencor u odio. La tierra simboliza la naturaleza, la sepultura del hombre y al
mismo tiempo su cuna. Por último, luz y sombra aparecen de la mano con
vida/muerte y esperanza/frustración.
En cuanto a las figuras poéticas, su primera etapa se
caracteriza por la predilección por lo gongorino. El gusto por las repeticiones
resulta en ráfagas de anáforas, anadiplosis, epanadiplosis y polípote. Durante
la etapa bélica su poesía tiende a la oralidad para alentar a los combatientes
con apóstrofes, imperativos, interrogaciones (directas, indirectas o
retóricas…).
La poesía hernandiana presente una sujeción la métrica
clásica, por un lado a estructuras cerradas rígidas como la octava real y por
otro a estrofas como el romance. En su tercera etapa también innova al probar
el polimetrismo y el verso blanco. Tras la crisis de 1935 experimenta con el
versolibrismo y ya en su última etapa tiende a los poemas breves de versos
cortos.
En definitiva, el lenguaje poético de Miguel Hernández
(estilo, símbolos, métrica y figuras retóricas), evoluciona a lo largo de su
obra para adaptarse a las nuevas intencionalidades del autor.
343 palabras
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