viernes, 10 de junio de 2016

PAU HISTORIA DE ESPAÑA - El reinado de Amadeo de Saboya (1871-1873)

Tras la revolución de 1868, la Gloriosa, España había quedado sin rey. En sus inicios, un gobierno provisional asumió el poder, y tras las elecciones a Cortes constituyentes de 1869, Prim se convirtió en el jefe de gobierno y Espartero ocupó la regencia en ausencia de un monarca. El Conde de Reus (Prim) fue el encargado de buscar un candidato al trono, y tras el rechazo de muchos candidatos, bien por falta de ganas o bien porque otras potencias se oponían, se impuso la candidatura del joven Amadeo de Saboya, de carácter jovial y familiar, cuya dinastía había sido la artífice de la unificación italiana.

El nuevo monarca fue elegido rey por las Cortes en noviembre de 1870 y llegó a España el 30 de diciembre de ese mismo año. Tres días antes habían asesinado a su principal valedor, Juan Prim. Sin su principal apoyo, fue coronado el día 2 de enero.

Desde un primer momento la nueva dinastía tuvo que enfrentarse a multitud de problemas. No gozaba de un gran apoyo entre los diputados de las Cortes y contaron además con la oposición de la aristocracia, el clero y los parásitos de la corte que vieron peligrar su poder cuando Amadeo anunció la voluntad de no intervenir en asuntos políticos e hizo desaparecer la corte. Los militares que no estaban vinculados a progresistas y unionistas se negaron a aceptar su soberanía, la que supondría un problema cuando se desencadenó el conflicto en Cuba. El pueblo tampoco se mostró partidario de la nueva monarquía. La mayor parte tenía fuertes aspiraciones republicanas, y los que aún eran monárquicos recelaban de un rey extranjero.

El sector moderado continuaba fiel a los Borbones y, siendo conscientes de la impopularidad de Isabel II, había comenzado a planificar la restauración en su hijo Alfonso XII. Cánovas de Castillo, el principal artífice de este plan, se dedicó a convencer a muchos dirigentes unionistas y progresistas de que la monarquía borbónica garantizaría la estabilidad.  Tanto la Iglesia, tocada por el decreto de Prim que la había obligada a jurar la Constitución, como las élites económicas, eran favorables a esta vía.

Los carlistas habían aprovechado el clima de libertad aparecido tras la Gloriosa y se habían constituido como fuerza política. La llegada de Amadeo dio motivos para un sector volviera a la insurrección armada y en 1872 se sublevaron soñando con colocar a en el trono a su candidato Carlos VII mientras la antigua reina se encontraba exiliada. La rebelión comenzó en el País Vasco,  y pronto se extendió a Navarra y Cataluña. Aunque no constituyó un gran problema, fue un poco constante de problemas que desestabilizaron la monarquía.

Las clases populares favorables a la opción republicana se opusieron a la nueva monarquía y, en el mismo año que los carlistas, se produjeron insurrecciones de carácter federalista. Estaban instigadas tanto por republicanos como por anarquistas, y desestabilizaron aún más al régimen.

El conflicto que se inició en Cuba en 1868 con el “Grito de Yara” y que desembocó en la Guerra de los Diez Años, también jugó su papel. Los criollos sublevados contaron con el apoyo popular al prometer el fin de la esclavitud. El gobierno trató de llevar a cabo el proyecto, pero la oposición de los sectores con intereses económicos en la isla frustró las aspiraciones de los cubanos e impidió la solución pacífica al conflicto.


Pero la carta que derrumbó el castillo de naipes que eran el gobierno y la Corona fue la desintegración de la coalición gubernamental que había apoyado al nuevo rey. Se sucedieron seis gobiernos en dos años y la oposición practicaba un total abstencionismo como forma de protesta. Amadeo terminó por renunciar al trono y abandonó España dejando la impresión de un país ingobernable y contrario a la democracia.

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