viernes, 10 de junio de 2016

PAU HISTORIA DE ESPAÑA - La crisis y el final de la dictadura franquista

El crecimiento económico por el que habían apostado los tecnócratas como medio para garantizar la estabilidad social y garantizar la continuidad del régimen, acabó teniendo los efectos contrarios a los deseados. A medida que la economía crecía rápidamente, las mentes de los españoles se fueron abriendo y se produjo un crecimiento de la conflictividad social.

Las protestas laborales se sucedían cada vez con más frecuencia, no limitándose a los enclaves con la tradición sindicalista más arraigada (Asturias, Barcelona, Guipúzcoa y Vizcaya) sino también a otros con menor tradición como Madrid, Valencia y Sevilla. Se produjo el nacimiento de un nuevo sindicalismo representado por UGT y CCOO entre otros.

Las protestas estudiantiles se recrudecieron, en un claro enfrentamiento contra el régimen, y muchos movimientos vecinales que reclamaban mejoras de las infraestructuras en barrios obreros desatendidos por la administración, acababan politizándose y haciendo reclamaciones democráticas. Incluso dentro de la misma Iglesia Católica se produjeron disensiones a raíz del Concilio Vaticano II. También algunos sectores del ejército se hicieron eco con la creación de la Unión Militar Democrática.

La incapacidad del franquismo para adaptarse a la realidad social y para entenderse entre sí propició la crisis interna del régimen. En junio de 1973, Carrero Blanco fue nombrado presidente del gobierno, y de él se esperaba que mantuviese la unión entre las distintas familias del régimen y asegurase la continuidad del régimen. Pero estas esperanzas de desvanecieron cuando fue asesinado por ETA en diciembre de ese año, en un atentado perpetrado en Madrid.

A raíz de esto, la fractura entre inmovilistas y aperturas de agravó. Los sectores más reacios a la modernización del régimen, que defendían el carácter inalterable y los principios del 18 de julio afianzaron sus posiciones y formaron el llamado “búnker”.

 En enero de 1874 se formó un nuevo gobierno presidido por Carlos Arias Navarro que pretendía unir a inmovilistas y aperturistas. El programa del nuevo ejecutivo quedó resumido en el llamado “espíritu del 12 de febrero”, y marcaba la apertura hacia una nueva etapa de mayor pluralismo político. Arias prometió una nueva Ley Municipal que permitiese la elección de los alcaldes y las diputaciones provinciales, aumentó el poder y el número de los procuradores en las Cortes, y anunció reformas sindicales y una nueva ley de asociaciones políticas.

Los sectores ultraderechistas consideraron que la destrucción del régimen era inminente y forzaron una nueva dinámica que llevó de nuevo al inmovilismo, por lo que los ministros aperturistas abandonaron el gobierno, evidenciando la incapacidad del franquismo de democratizarse desde dentro.

Todo esto coincidió con un asombroso auge del antifranquismo político. La oposición promovió la creación de plataformas unitarias para revindicar la democratización del régimen. En 1971, se había creado en Cataluña la Asamblea de Cataluña que agrupaba a la oposición catalana. En 1974, se constituyó en París bajo iniciativa del PCE la Junta Democrática de España, que integraba a CCOO, numerosos partidos de izquierda y personalidades de la derecha democrática. Su programa defendía la creación de un gobierno provisional que implantase la democracia y aplicase una amnistía a todos los presos políticas, y devolviera las libertados, políticas, sindicales y asociativas perdidas. En 1975, se creó a iniciativa del PSOE la Plataforma de Convergencia Democrática junto con Democracia Cristiana, UGT y PNV. En 1976, ambas plataformas se unieron en Coordinación Democrática, popularmente conocida como la “platajunta”.

Asimismo, se recrudeció la actividad terrorista: ETA incrementó sus atentados y entraron en escena nuevos grupos ultraizquierdistas como el FRAP y el GRAPO. El franquismo respondió intensificando la represión y ejecutando en 1974 al anarquista Puig Antich. Al año siguiente, un decreto-ley significó la implantación del Estado de excepción permanente y en septiembre se condenó y ejecutó a cinco activistas de ETA y del FRAP a pesar de las numerosas peticiones de indulto.

Entre 1974 y 1975 la enfermedad de Franco se agravó. El conflicto del Sáhara supuso otro varapalo para el gobierno. Este territorio era ambicionado por Marruecos, Argelia y Mauritania, y además había surgido el Frente Polisario, que reclamaba la independencia. En octubre de 1975, Marruecos con el apoyo de EEUU inició una ocupación pacífica del Sáhara que involucró a cientos de miles de civiles. España optó por claudicar y ceder el Sáhara a Marruecos y Mauritania mediante el Acuerdo de Madrid, iniciándose un conflicto entre el Frente Polisario y Marruecos que sigue sin resolverse en la actualidad.


El día 20 de noviembre de 1975, Franco falleció a causa de la peritonitis que padecía, dejando tras de sí un régimen anquilosado y anacrónico, sumido en una profunda crisis. Al contrario de lo que se propuso, el futuro no había quedado en absoluto “atado y bien atado”. El rey Juan Carlos I asumió la jefatura del Estado como estaba estipulado, y se inició un proceso de transición política que culminaría con la promulgación de la Constitución de 1978.

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